sábado, 8 de marzo de 2014

No queremos que nos ayuden, queremos corresponsabilidad, no queremos más, queremos lo mismo

El 8 de marzo se conmemora el día internacional de la mujer, repasemos brevemente la historia de esta fecha.

El 8 de marzo de 1857, las obreras textiles y de la confección de Nueva York, realizaron una gran huelga y se manifestaron en las calles exigiendo el derecho al trabajo y condiciones más dignas.

El 8 de marzo de 1908, un grupo de obreras textiles neoyorquinas de la fábrica Cotton, reclamaron en las calles por la jornada de 8 horas, abolición del trabajo infantil e igualdad del voto para la mujer, mientras que otras 129 obreras permanecieron en el establecimiento y fueron masacradas en el incendio provocado por sus propietarios y la policía en respuesta a estas reclamaciones.

Clara Zetkin
El 8 de marzo de 1910, Clara Zetkin propuso en la Conferencia internacional de mujeres socialistas, celebrada en Dinamarca, que todos los años se realizara una manifestación internacional unificada en pro de los derechos y la libertad de la mujer, lo que se aprobó como resolución firmada por más de cien delegadas de 17 países.

En 1952, la O.N.U. instituyó el 8 de marzo como día internacional de la mujer y a 1975, lo declaró "año internacional de la mujer". Este breve recuento pone de relieve las condiciones de trabajo en que se desempeñaron -y aun lo hacen- millones de mujeres en todo el mundo. El objetivo de la conmemoración de esta fecha es reflexionar activamente sobre la evolución de las condiciones de vida y trabajo de las mujeres en todo el mundo, así como fomentar acciones tendentes a mejorarlas en las que ya se hayan logrado avances, y revertir las situaciones de indignidad e injusticia.

En la actualidad, los movimientos de mujeres afirman que todas las mujeres somos trabajadoras, lo que permite el reconocimiento del trabajo reproductivo, es decir, del trabajo doméstico. Años atrás, se diferenciaba entre las mujeres que cumplían una jornada laboral fuera del hogar, sujeta a remuneración, y las que sólo se desempeñaban como amas de casa. El resultado de esa diferenciación, solía ser la descalificación del trabajo doméstico y de toda su problemática específica. Dentro de esta lógica, el trabajo doméstico no era un trabajo, y las amas de casa trabajaban menos que aquéllas que lo hacían fuera de su hogar, remuneradas.

Los aportes del activismo feminista analizaron y describieron en detalle la naturaleza del trabajo doméstico (reproductivo, no remunerado, de jornada completa, multiplicidad de tareas). En la actualidad, se produce una nueva realidad de dos caras: Por un lado, en los hombres más jóvenes existe una mayor apertura a tomar a su cargo parte de las tareas domésticas, y por otro, un creciente número de hombres que las realizan al permanecer más tiempo dentro del hogar, tras haber sido despedidos de sus lugares de trabajo, en tanto sus compañeras se convierten en jefas de hogar, ello acentuado en este momento de crisis. No obstante, esa mayor apertura no significa que asuman el trabajo doméstico con el mismo grado de responsabilidad que las mujeres, sino que participan más, pero siempre en el plano de la ayuda, lo que de nuevo coloca la mayor carga de responsabilidad del trabajo doméstico sobre las mujeres. Los varones que están subocupados o desocupados y que por lo tanto se hacen cargo del trabajo doméstico, lo hacen porque no les queda otra alternativa. Al mismo tiempo, es a partir de estas circunstancias como paulatinamente llegan a cobrar conciencia de qué es y qué implica el trabajo doméstico.

Desde aquí quiero denunciar el fuerte impacto de género en los recortes presupuestarios, en servicios públicos, que tiene efectos directos en el aumento del trabajo de cuidados adjudicado a las mujeres, en el incremento del desempleo, la imposición de la segregación educativa, la supresión de la educación en igualdad, entre otros, todo lo cual supone el desmantelamiento del incipiente Estado de bienestar y el retroceso en las conquistas y derechos alcanzados. Un balance económico, laboral y social de 2013 que evidencia el fracaso de la reforma laboral, que mayoritariamente ha destruido empleo y precarizado el mercado de trabajo, incrementando las discriminaciones laborales por razón de sexo: las mujeres presentan una tasa de empleo del 50,6%, diez puntos menos que los hombres, una elevada tasa de paro del 26,8% que supera a la masculina del 25,3%, una brecha salarial que persiste siendo el salario de las mujeres el 77% del de los hombres, mayor segregación ocupacional, temporalidad y tiempo parcial e incremento de la discriminación múltiple y del techo de cristal. A esto se une la menor protección social de las mujeres (10 puntos inferior a la de los hombres), la insoportable violencia de género, 54 mujeres fueron asesinadas en 2013, y el agravamiento de la feminización de la pobreza y la exclusión social. Esta situación supone un grave retroceso en la autonomía e independencia económica de las mujeres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario